Teja en blanco
El vientre encogido en espasmos complejos
pierdo el tiempo suponiendo encuentros profundos
escucho el dormir despreocupado desde lejos
y llego a pensar en dos canciones unificadas
cuando lo único que hay
es un placer endemoniado
Salta del agua y envuelte el tiempo entre tus alas
llévame lejos
a donde el placer nos vista
Mórbidos cuerpos
perdidos en un éxtasis imaginario
Las palabras hablan mejor que la voz, emergen desde el centro del todo para decirlo todo, sanan, recuerdan, comprenden, las palabras las mejores aliadas, nacen de la catarsis, la mejor de mis musas, nacen y mueren en ellas mismas, y con ellas muere y renace mi interior.
Sunday, July 21, 2013
Saturday, July 13, 2013
quién soy? de donde vengo?
El primer recuerdo que tengo se mezcla con viejas fotografías, en realidad mi memoria ha olvidado mi infancia temprana, recuerdo el primer amor a través de la ventana trasera del carro de mi padre sólo lo vi por unas cuantas cuadras y usaba anteojos, lo despedí al dar la vuelta en una calle y jamás lo volví a ver, también recuerdo abrir la puerta que daba a la azotea por las noches, cuando todos dormían, para dejar entrar al perro y durmiera en la cobija que le tendía al lado de mi cama, y recuerdo el llorar cuando se lo llevaron porque destrozó el jardín de mi madre, los perros de caza no pueden vivir encerrados, creo que ahí fue cuando comenzé a guardar lágrimas en botecitos de plástico, en algún momento dejé de hacerlo, si hubiera continuado ahora tendría un mar propio.
Vagos son los recuerdos, difuminados, como escenas de una película vieja, como esas que pasaban en los cines del centro, a donde mi abuela (mi Tita) me llevaba antes que mi adolescencia se llevara su cariño.
Siempre fuí una niña rara, o por lo menos eso fué lo que me hicieron creer, dicen que los niños se creen todo lo que escuchan y yo escuchaba con atención, siempre fuí buena para leer entre líneas, para decifrar las palabras que se dicen con los ojos, la mayoría de la gente teme que lo que sus ojos hablan lo repita la boca, por eso cuando hablan miran para otro lado, porque saben que el que es bueno para leer entre líneas puede leer el alma y eso asusta y duele.
Dolor, ha sido mi acompañante, al igual que la muerte, dolor y muerte de la mano acompañándome a cruzar la vida, mi madre se angustiaba, "deberías dibujar cosas felices" decía, sin saber que la felicidad se enseña con el ejemplo, se contagia, como iba a ser feliz si en casa reinaba su inconformidad y su amargura, su impotencia de ver que mi padre no era el príncipe azul de sus cuentos, que la vida al fin de cuentas no era de color de rosa y que esa niña que ahora estaba en su vida y que tanto conflicto le causaba no era más que su propia sombra con la que nunca supo que hacer...
Mi madre........ vivió una infancia llena de opulencia, se llamaba María Graciela, gracias a las hermanas de mi abuelo ya que mi abuela no podía o debía tomar ese tipo de decisiones, la riqueza desbordaba en escaleras de mármol, muebles de madera tallados por encargo, bailes a los que se llegaba en calandria y se caminaba a la pista entre veladoras, de vestidos de raso en guantes brillantes y coronas de pedreria, de internados para señoritas, de estudios al otro lado del mundo, una burbuja de cristal perfectamente cuidada por mi abuelo que era aduanero, hace poco comentábamos cómo siendo aduanero tenía tanto dinero, pero eso es tema oculto que aún no se descubre, ex-cantante y guitarrista gracias a mi abuela que por miedo a las debilidades carnales le prohibió el dar serenatas y conciertos por lo que sólo se le escuchó cantar cuando de viejos cumplieron los famosos años de casados, aunque dicen las malas lenguas que eso no impidió que mi abuelo acompañado del tequila se acompañase también de vez en cuando de los favores de alguna musa gustosa de los boleros y los acordes de su guitarra, que injusta es la vida que permite a los hombres complacer sus instintos dejando en casa a las mujeres a cargo de los hijos, mi abuelo colmó de comodidades a su familia y con su espíritu alegre su casa fue centro de bailes y festejos de toda clase, toda esa alegría se extinguió con los años, así como se extinguió el dinero y sin darse cuenta mi abuelo se fué una tarde, recostado en su cama, sin despedirse, sin dolerse, esperando el vaso con agua que le habia pedido a su mujer, años despúes cuando viví con ella la podía escuchar por las noches rezándole a su dios para que se la llevara junto a su amor, pero él no la escuchó hasta muchos años más tarde cuando ella no podía recordar a su amor, ni a ella misma, siempre me he preguntado si el alma recuerda lo que la mente olvida, ella olvidó quién era, de donde venía y a dónde iba y mi madre cargó con su olvido y con el de ella misma durante siete años, el número mágico, siete años para liberarse y dejarse ir, a pesar de que la muerte siempre ha estado a mi lado aún no acabo de entenderla.
Mi primera muerte fue a los 7 años, con la separación de mis padres, un mundo chiquito que se rompe de repente y todo cambia sin explicaciones, como me dieron a escoger, escogí a mi padre con el que siempre tuve más cercanía, los pocos recuerdos de mi infancia siempre lo involucran, los cuentos, los juegos, los abrazos, el tiempo, pasaba tardes en su consultorio y cuando tenía paciente su secretaria hábil en taquigrafía - esos signitos tan facinantes que detonaron en mi el gusto por los lenguajes ideográficos - me entretenía jugando "basta"; recuerdo la casa antigua, dividida en varios consultorios, y el gran tapiz que pintaba una gran cascada y un lago con lirios sobre la fría pared de piedra de la recepción, mi padre el cirujano plástico y mi tío el pediatra, los hermanos que mejor se llevaban compartían con otros amigos los consultorios, en realidad parecía un laberinto con cuartos escondidos a los que se llegaba por angostas escaleras que subían y bajaban por las paredes, puertas separadas que llevaban a los mismos lugares, olor a líquido para esterilizar, de metal mezclado con alcohol, de perfume barato y revistas viejas, cuando no era el consultorio era el centro médico, lo esperaba con las enfermeras y cuando podía escaparme recorría los ricones interminables de archiveros, subía y bajaba por los ascensores internos, espiaba a los enfermos en sus camas, sin respirar porque creía que si respiraba la exhalación de un enfermo podía contagiarme, jugaba en los jardines, me gustaba mucho ese hospital, ese mismo donde muchos años después me despediría de él una lluviosa madrugada.
Mi papá el menor de seis hermanos, llamado Mario, poco menos que Mariano quién era mi abuelo pero como un hermanito llamado así habia muerto prefirieron llamarlo diferente por superstición mortuoria, mi abuelo médico y marinero era estricto y de carácter fuerte, se molestaba si los niños lloraban a la hora de su siesta y mi Tita hacía malabares para evitar que esto sucediera, nunca platiqué mucho con él a pesar de que viví en su casa por muchos años, una vez en su lecho de muerte, una tía me pidió le diera la fruta en la boca para poder atender una llamada, a la segunda cucharada se soltó llorando, salí aterrada, mi tía me explicó después que lloraba porque pensaba que yo no lo quería, no supe que hacer, nadie me lo dijo y mi niñez no tenia la respuesta, no volvi a entrar a su cuarto, y un día todos vestían de negro y él ya no estaba, decían que era rudo, le gustaba la caza, a mi papá le colgó un rifle en el brazo y antes de los 7 años lo llevó a dispararle a los guajolotes, tenía que ponerse detrás suyo para que el coletazo no lo aventara, él y ella, dormían en cuartos separados, no recuerdo que se hablaran, usaban a la servidumbre como mensajeros, en todos esos años nunca vi un gesto de cariño entre ellos, nunca los vi acercarse, mucho menos abrazarse o besarse, mi "Tito" daba el gasto, y mi "Tita" lo separaba en sobres marcados de adonde sería destinado, la casa era muy grande, construida dicen por un arquitecto muy famoso que comparte el apellido, pero yo nunca lo conocí, a pesar de ser grande y hermosa, la casa era fría, sobria y seca, mi abuelo era avaro así que cualquier gasto que no fuera para los básicos no existía, mi abuela mantenía la alacena con llave, porque decía que las sirvientas se robaban la comida, y creo que hubo un tiempo que hasta el refrigerador tenia un candado, era imposible comer algo sin pedir la llave primero, así que a veces cuando salía, me pasaba horas con un pasador intentado abrir las chapas simplemente por el hecho de transgredir lo prohibido, en esa casa flotaba siempre un aire de soledad y abandono, de muebles viejos y desgastados, de rencores y tristezas, de mentiras y tabús, de escuchar conversaciones ajenas, de aprender a hablar inglés porque era el idioma usado para que no escucháramos lo que se decía, el jardín era lo único que salvaba todo, hermoso, enorme, cuidadosamente cuidado, con caminos enfilados por flores de todos tipos, árboles de sidra, higos, guayabos, nísperos y una gran palmera en el medio que servía de casa para los murciélagos que se estrellaban contra las paredes por las noches, ese jardín fue mi compañero de juegos durante el tiempo en que la soledad llegó y no se quizo ir.
Así que en esos mundos tan diferentes mis padres deciden casarse, las cosas no resultaron como se esperaba o como ellos no pudieron verlo, el mundo tintineante y luminoso de mi madre fue apagado por el mundo oscuro y solitario de mi padre y las cosas acabaron por romperse y al romperse se llevaron a todos los que estábamos abajo.
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pero y el dolor y el miedo? que buena contribución pueden hacer a esta vida? Al romperse el mundo de mis padres los lazos que me sostenían se fueron rompiendo poco a poco, cuando se deja entrometerse a todo el mundo las cosas no pueden salir bien, fuimos el centro del reproche, del rechazo, el divorcio fue la condena más fuerte para las dos familias, al grado que mi padre fue desheredado y mi madre desterrada por un año, como pueden hacerse tanto daño las personas que dicen que se aman? en realidad alguna vez supieron lo que es amar?, este tiempo es el responsable de acabar con mis creencias religiosas, que de todos modos nunca tuvieron buenos cimientos gracias a mi padre, que ridiculizaba toda expresión religiosa y fanática, aunque las monjas del colegio tuvieron gran parte de culpabilidad también, ocultaron la alegría de la infancia con la mano dura de lo que ellas llamaban "pecado" y la escuela se volvió en recreos de biblioteca cuando la otra niña de padres divorciados se enfermaba y no asistía y de terror a los trabajos en equipo, como deseaba que no amaneciera y que la noche se prolongara eternamente, el insomnio también llegó en ese entonces y se acomodó como en su casa, como es que un padre no puede ver la tristeza en los ojos de su hija? aún después de leer una extensa carta escrita con el corazón partido.
Que tan devastado se tiene que estar para descuidar la propia sangre?
La niña se fue alejando dejando el paso a la adolescente, quién cambió su vida el día que no se presentó a ningún exámen y tuvo que repetir el tercer año de secundaria, eso fue igual a reenacer, se terminó la soledad al entrar en un ambiente nuevo y desconocido, nadie sabía del pecado de mis padres y no importaba, así que los recreos de biblioteca se volvieron para los gustosos trabajos en equipo, pero como era de esperarse después del dolor vino la insolencia y la rebeldía, era divertido hacer llorar a las maestras, escaparse de clases, coquetear con los hombres "demonio" afuera del "sacrosanto" colegio, contradecir las enseñanzas y pasar un día a la semana con la psicóloga, en fin ahora pase de ser una niña rara a una niña problema.
Mi abuela paterna me crió cuando fuí a vivir con ella y mi padre, mi madre por alguna extraña razón se desprendió de sus hijos y sólo se convirtió en el transporte para poder ir a jugar a casa de mis primos, mi Tita y yo teníamos un lazo muy especial, me contenía con la calidez de su cuidado, mucho tiempo jugó el papel de madre, me enseñó el gusto por la lectura y la cultura, alta y estilizada con los ojos grises como las nubes tristes, y sus trajes sastres, sobrios y elegantes, una madre que hacía las cosas de una abuela, tejer, hornear galletas, leer las tiras cómicas del periódico los domingos, tenía un gusto especial por el misterio y coleccionaba novelas de Agatha Christie, me llevaba al cine Greta Garbo a ver películas de Hitchcock, ella hacía olvidar el dolor de las mañanas mientras contaba cuentos, jugabamos continental y canasta o cepillaba mi cabello, creo que las dos encontramos refugio a nuestra soledad acompañándonos y mi padre encontró un escape a su paternidad dejando en sus manos la responsabilidad de la crianza y así podía pasar las tardes hundido en su cama con el televisor ocupando su mente, dentro de su pequeño cuarto repleto hasta el techo con sus cosas, como bodega de museo, todo cambió cuando la niña dejo de serlo y las paredes se llenaron de posters y cambió las tiras cómicas y las tardes de galletas por llamadas telefónicas y deseo de libertad y libertinaje y entonces la brecha generacional apareció y se volvió un abismo y el amor se volcó en odio, la niña-mujer y la abuela-madre entraron en guerra constante, hiriente, jalabamos de los extremos de la misma cuerda, hasta que todos empezaron a jalar para el otro lado y ahora ya no era una niña problema, sino una niña-mujer malvada que hacía pasar corajes a la abuela, decían todos en tono amenazante, recuerdo años después en el lecho de muerte de mi padre una de mis tias me dijo "tu sufriste mucho en ese tiempo verdad?" y el comentarió me heló la sangre y me parecía un verdugo deleitandose del daño que había provocado, como pueden los adultos ensañarse tanto con una niña de 16 años, y que porqué después lo que menos quiere uno es ver a la "familia" y una tarde con maletas en mano me despedí de mi padre y mis hermanos y me fuí, regresaba a la casa de mi madre, muchos años después de que me fuera de ella, con mi Tita no volví a hablar, su rencor nunca me dejó acercarme, nadie lo hizo, y no supe entonces como hacerlo, y así llegó su enfermedad y con ella su muerte, y una noche en su casa con todos ahí reunidos vi el silencio de la muerte, el silencio de los expectadores, mi padre le sostenía la mano cuando un líquido oscuro salió por su nariz y supimos que ya no estaba, así con ese silencio, sin llanto, con actitud solemne, así como esa enorme casa, fría y reprimida, se fué, a dónde se va el dolor cuando se le guarda? por eso el corazón se va olvidando de funcionar y se necesitan marcapasos, se había ido el primero de mis ángeles y nunca supimos cómo perdonarnos.
Con mi parte correspondiente de la herencia compré mi primera libertad, una caja con cuatro ruedas que me llevaba a donde yo quisiera y viviendo en casa de mi madre la libertad pronto se confundió con el libertinaje, no tenía prohibiciones y me pasaba por alto sus enojos, sus gritos y sus regaños, y vivía en la calle, esa frase de "esta casa no es hotel" debería haber estado grabada en la entrada, la universidad fue el reencuentro con los anhelos prohibidos y las curiosidades que ahora tenía la libertad de hacer, a quién se le ocurre darle alas a los alacranes? el gusto por la noche, por el sexo, por las sustancias prohibidas, experimentar siempre había sido tan tentador y no había quién me lo impidiera, los excesos siempre cobran y hubo corazones rotos, confianzas dañadas, desastres mentales y las cosas dejaron de ser divertidas, la vida se rompió de nuevo y el quiebre me dejó viviendo sola, rentando con mis dos primos el primer piso de un edificio que sería testigo de la época más importante de mi vida, un edificio al que por primera vez podía llamar hogar, mi casa, mi refugio y mi castillo, mi crecimiento, mi descubrimiento, mi autosuficiencia, testigo de amores y de historias, de comienzos y finales, de amigos y familia, un mundo apartado de todo, mi propio mundo, mi propio "planeta tierra".
Vagos son los recuerdos, difuminados, como escenas de una película vieja, como esas que pasaban en los cines del centro, a donde mi abuela (mi Tita) me llevaba antes que mi adolescencia se llevara su cariño.
Siempre fuí una niña rara, o por lo menos eso fué lo que me hicieron creer, dicen que los niños se creen todo lo que escuchan y yo escuchaba con atención, siempre fuí buena para leer entre líneas, para decifrar las palabras que se dicen con los ojos, la mayoría de la gente teme que lo que sus ojos hablan lo repita la boca, por eso cuando hablan miran para otro lado, porque saben que el que es bueno para leer entre líneas puede leer el alma y eso asusta y duele.
Dolor, ha sido mi acompañante, al igual que la muerte, dolor y muerte de la mano acompañándome a cruzar la vida, mi madre se angustiaba, "deberías dibujar cosas felices" decía, sin saber que la felicidad se enseña con el ejemplo, se contagia, como iba a ser feliz si en casa reinaba su inconformidad y su amargura, su impotencia de ver que mi padre no era el príncipe azul de sus cuentos, que la vida al fin de cuentas no era de color de rosa y que esa niña que ahora estaba en su vida y que tanto conflicto le causaba no era más que su propia sombra con la que nunca supo que hacer...
Mi madre........ vivió una infancia llena de opulencia, se llamaba María Graciela, gracias a las hermanas de mi abuelo ya que mi abuela no podía o debía tomar ese tipo de decisiones, la riqueza desbordaba en escaleras de mármol, muebles de madera tallados por encargo, bailes a los que se llegaba en calandria y se caminaba a la pista entre veladoras, de vestidos de raso en guantes brillantes y coronas de pedreria, de internados para señoritas, de estudios al otro lado del mundo, una burbuja de cristal perfectamente cuidada por mi abuelo que era aduanero, hace poco comentábamos cómo siendo aduanero tenía tanto dinero, pero eso es tema oculto que aún no se descubre, ex-cantante y guitarrista gracias a mi abuela que por miedo a las debilidades carnales le prohibió el dar serenatas y conciertos por lo que sólo se le escuchó cantar cuando de viejos cumplieron los famosos años de casados, aunque dicen las malas lenguas que eso no impidió que mi abuelo acompañado del tequila se acompañase también de vez en cuando de los favores de alguna musa gustosa de los boleros y los acordes de su guitarra, que injusta es la vida que permite a los hombres complacer sus instintos dejando en casa a las mujeres a cargo de los hijos, mi abuelo colmó de comodidades a su familia y con su espíritu alegre su casa fue centro de bailes y festejos de toda clase, toda esa alegría se extinguió con los años, así como se extinguió el dinero y sin darse cuenta mi abuelo se fué una tarde, recostado en su cama, sin despedirse, sin dolerse, esperando el vaso con agua que le habia pedido a su mujer, años despúes cuando viví con ella la podía escuchar por las noches rezándole a su dios para que se la llevara junto a su amor, pero él no la escuchó hasta muchos años más tarde cuando ella no podía recordar a su amor, ni a ella misma, siempre me he preguntado si el alma recuerda lo que la mente olvida, ella olvidó quién era, de donde venía y a dónde iba y mi madre cargó con su olvido y con el de ella misma durante siete años, el número mágico, siete años para liberarse y dejarse ir, a pesar de que la muerte siempre ha estado a mi lado aún no acabo de entenderla.
Mi primera muerte fue a los 7 años, con la separación de mis padres, un mundo chiquito que se rompe de repente y todo cambia sin explicaciones, como me dieron a escoger, escogí a mi padre con el que siempre tuve más cercanía, los pocos recuerdos de mi infancia siempre lo involucran, los cuentos, los juegos, los abrazos, el tiempo, pasaba tardes en su consultorio y cuando tenía paciente su secretaria hábil en taquigrafía - esos signitos tan facinantes que detonaron en mi el gusto por los lenguajes ideográficos - me entretenía jugando "basta"; recuerdo la casa antigua, dividida en varios consultorios, y el gran tapiz que pintaba una gran cascada y un lago con lirios sobre la fría pared de piedra de la recepción, mi padre el cirujano plástico y mi tío el pediatra, los hermanos que mejor se llevaban compartían con otros amigos los consultorios, en realidad parecía un laberinto con cuartos escondidos a los que se llegaba por angostas escaleras que subían y bajaban por las paredes, puertas separadas que llevaban a los mismos lugares, olor a líquido para esterilizar, de metal mezclado con alcohol, de perfume barato y revistas viejas, cuando no era el consultorio era el centro médico, lo esperaba con las enfermeras y cuando podía escaparme recorría los ricones interminables de archiveros, subía y bajaba por los ascensores internos, espiaba a los enfermos en sus camas, sin respirar porque creía que si respiraba la exhalación de un enfermo podía contagiarme, jugaba en los jardines, me gustaba mucho ese hospital, ese mismo donde muchos años después me despediría de él una lluviosa madrugada.
Mi papá el menor de seis hermanos, llamado Mario, poco menos que Mariano quién era mi abuelo pero como un hermanito llamado así habia muerto prefirieron llamarlo diferente por superstición mortuoria, mi abuelo médico y marinero era estricto y de carácter fuerte, se molestaba si los niños lloraban a la hora de su siesta y mi Tita hacía malabares para evitar que esto sucediera, nunca platiqué mucho con él a pesar de que viví en su casa por muchos años, una vez en su lecho de muerte, una tía me pidió le diera la fruta en la boca para poder atender una llamada, a la segunda cucharada se soltó llorando, salí aterrada, mi tía me explicó después que lloraba porque pensaba que yo no lo quería, no supe que hacer, nadie me lo dijo y mi niñez no tenia la respuesta, no volvi a entrar a su cuarto, y un día todos vestían de negro y él ya no estaba, decían que era rudo, le gustaba la caza, a mi papá le colgó un rifle en el brazo y antes de los 7 años lo llevó a dispararle a los guajolotes, tenía que ponerse detrás suyo para que el coletazo no lo aventara, él y ella, dormían en cuartos separados, no recuerdo que se hablaran, usaban a la servidumbre como mensajeros, en todos esos años nunca vi un gesto de cariño entre ellos, nunca los vi acercarse, mucho menos abrazarse o besarse, mi "Tito" daba el gasto, y mi "Tita" lo separaba en sobres marcados de adonde sería destinado, la casa era muy grande, construida dicen por un arquitecto muy famoso que comparte el apellido, pero yo nunca lo conocí, a pesar de ser grande y hermosa, la casa era fría, sobria y seca, mi abuelo era avaro así que cualquier gasto que no fuera para los básicos no existía, mi abuela mantenía la alacena con llave, porque decía que las sirvientas se robaban la comida, y creo que hubo un tiempo que hasta el refrigerador tenia un candado, era imposible comer algo sin pedir la llave primero, así que a veces cuando salía, me pasaba horas con un pasador intentado abrir las chapas simplemente por el hecho de transgredir lo prohibido, en esa casa flotaba siempre un aire de soledad y abandono, de muebles viejos y desgastados, de rencores y tristezas, de mentiras y tabús, de escuchar conversaciones ajenas, de aprender a hablar inglés porque era el idioma usado para que no escucháramos lo que se decía, el jardín era lo único que salvaba todo, hermoso, enorme, cuidadosamente cuidado, con caminos enfilados por flores de todos tipos, árboles de sidra, higos, guayabos, nísperos y una gran palmera en el medio que servía de casa para los murciélagos que se estrellaban contra las paredes por las noches, ese jardín fue mi compañero de juegos durante el tiempo en que la soledad llegó y no se quizo ir.
Así que en esos mundos tan diferentes mis padres deciden casarse, las cosas no resultaron como se esperaba o como ellos no pudieron verlo, el mundo tintineante y luminoso de mi madre fue apagado por el mundo oscuro y solitario de mi padre y las cosas acabaron por romperse y al romperse se llevaron a todos los que estábamos abajo.
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pero y el dolor y el miedo? que buena contribución pueden hacer a esta vida? Al romperse el mundo de mis padres los lazos que me sostenían se fueron rompiendo poco a poco, cuando se deja entrometerse a todo el mundo las cosas no pueden salir bien, fuimos el centro del reproche, del rechazo, el divorcio fue la condena más fuerte para las dos familias, al grado que mi padre fue desheredado y mi madre desterrada por un año, como pueden hacerse tanto daño las personas que dicen que se aman? en realidad alguna vez supieron lo que es amar?, este tiempo es el responsable de acabar con mis creencias religiosas, que de todos modos nunca tuvieron buenos cimientos gracias a mi padre, que ridiculizaba toda expresión religiosa y fanática, aunque las monjas del colegio tuvieron gran parte de culpabilidad también, ocultaron la alegría de la infancia con la mano dura de lo que ellas llamaban "pecado" y la escuela se volvió en recreos de biblioteca cuando la otra niña de padres divorciados se enfermaba y no asistía y de terror a los trabajos en equipo, como deseaba que no amaneciera y que la noche se prolongara eternamente, el insomnio también llegó en ese entonces y se acomodó como en su casa, como es que un padre no puede ver la tristeza en los ojos de su hija? aún después de leer una extensa carta escrita con el corazón partido.
Que tan devastado se tiene que estar para descuidar la propia sangre?
La niña se fue alejando dejando el paso a la adolescente, quién cambió su vida el día que no se presentó a ningún exámen y tuvo que repetir el tercer año de secundaria, eso fue igual a reenacer, se terminó la soledad al entrar en un ambiente nuevo y desconocido, nadie sabía del pecado de mis padres y no importaba, así que los recreos de biblioteca se volvieron para los gustosos trabajos en equipo, pero como era de esperarse después del dolor vino la insolencia y la rebeldía, era divertido hacer llorar a las maestras, escaparse de clases, coquetear con los hombres "demonio" afuera del "sacrosanto" colegio, contradecir las enseñanzas y pasar un día a la semana con la psicóloga, en fin ahora pase de ser una niña rara a una niña problema.
Mi abuela paterna me crió cuando fuí a vivir con ella y mi padre, mi madre por alguna extraña razón se desprendió de sus hijos y sólo se convirtió en el transporte para poder ir a jugar a casa de mis primos, mi Tita y yo teníamos un lazo muy especial, me contenía con la calidez de su cuidado, mucho tiempo jugó el papel de madre, me enseñó el gusto por la lectura y la cultura, alta y estilizada con los ojos grises como las nubes tristes, y sus trajes sastres, sobrios y elegantes, una madre que hacía las cosas de una abuela, tejer, hornear galletas, leer las tiras cómicas del periódico los domingos, tenía un gusto especial por el misterio y coleccionaba novelas de Agatha Christie, me llevaba al cine Greta Garbo a ver películas de Hitchcock, ella hacía olvidar el dolor de las mañanas mientras contaba cuentos, jugabamos continental y canasta o cepillaba mi cabello, creo que las dos encontramos refugio a nuestra soledad acompañándonos y mi padre encontró un escape a su paternidad dejando en sus manos la responsabilidad de la crianza y así podía pasar las tardes hundido en su cama con el televisor ocupando su mente, dentro de su pequeño cuarto repleto hasta el techo con sus cosas, como bodega de museo, todo cambió cuando la niña dejo de serlo y las paredes se llenaron de posters y cambió las tiras cómicas y las tardes de galletas por llamadas telefónicas y deseo de libertad y libertinaje y entonces la brecha generacional apareció y se volvió un abismo y el amor se volcó en odio, la niña-mujer y la abuela-madre entraron en guerra constante, hiriente, jalabamos de los extremos de la misma cuerda, hasta que todos empezaron a jalar para el otro lado y ahora ya no era una niña problema, sino una niña-mujer malvada que hacía pasar corajes a la abuela, decían todos en tono amenazante, recuerdo años después en el lecho de muerte de mi padre una de mis tias me dijo "tu sufriste mucho en ese tiempo verdad?" y el comentarió me heló la sangre y me parecía un verdugo deleitandose del daño que había provocado, como pueden los adultos ensañarse tanto con una niña de 16 años, y que porqué después lo que menos quiere uno es ver a la "familia" y una tarde con maletas en mano me despedí de mi padre y mis hermanos y me fuí, regresaba a la casa de mi madre, muchos años después de que me fuera de ella, con mi Tita no volví a hablar, su rencor nunca me dejó acercarme, nadie lo hizo, y no supe entonces como hacerlo, y así llegó su enfermedad y con ella su muerte, y una noche en su casa con todos ahí reunidos vi el silencio de la muerte, el silencio de los expectadores, mi padre le sostenía la mano cuando un líquido oscuro salió por su nariz y supimos que ya no estaba, así con ese silencio, sin llanto, con actitud solemne, así como esa enorme casa, fría y reprimida, se fué, a dónde se va el dolor cuando se le guarda? por eso el corazón se va olvidando de funcionar y se necesitan marcapasos, se había ido el primero de mis ángeles y nunca supimos cómo perdonarnos.
Con mi parte correspondiente de la herencia compré mi primera libertad, una caja con cuatro ruedas que me llevaba a donde yo quisiera y viviendo en casa de mi madre la libertad pronto se confundió con el libertinaje, no tenía prohibiciones y me pasaba por alto sus enojos, sus gritos y sus regaños, y vivía en la calle, esa frase de "esta casa no es hotel" debería haber estado grabada en la entrada, la universidad fue el reencuentro con los anhelos prohibidos y las curiosidades que ahora tenía la libertad de hacer, a quién se le ocurre darle alas a los alacranes? el gusto por la noche, por el sexo, por las sustancias prohibidas, experimentar siempre había sido tan tentador y no había quién me lo impidiera, los excesos siempre cobran y hubo corazones rotos, confianzas dañadas, desastres mentales y las cosas dejaron de ser divertidas, la vida se rompió de nuevo y el quiebre me dejó viviendo sola, rentando con mis dos primos el primer piso de un edificio que sería testigo de la época más importante de mi vida, un edificio al que por primera vez podía llamar hogar, mi casa, mi refugio y mi castillo, mi crecimiento, mi descubrimiento, mi autosuficiencia, testigo de amores y de historias, de comienzos y finales, de amigos y familia, un mundo apartado de todo, mi propio mundo, mi propio "planeta tierra".
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